24 de enero de 2013

RECURSOS- Escribir un poema. Jaime Gil de Biedma



Escribir un poema es aspirar a la formulación de una relación significativa entre un hombre concreto y el mundo en que vive. En principio, la poesía me parece una tentativa, entre otras muchas, por hacer nuestra vida un poco más inteligible, un poco más humana. .
Para mí, el poema empieza en una composición de lugar y acaba en una síntesis: la invención de esa relación significativa. Invención a la vez en el sentido etimológico de hallazgo o des- cubrimiento de algo ya existente -y que por tanto no se alumbra ex nihilo en mi cabeza- y en el de creación imaginativa.
Creo que con esto queda claro que mis versos no aspiran a ser la expresión incondicionada de una subjetividad, sino a expresar la relación en que ésta se encuentra respecto al mundo de la experiencia común. Es la interacción entre esos dos factores -experiencia común y subjetividad- lo que poéticamente me interesa: ambos deben quedar expresos en una relación particular que constituye el tema del poema.
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Posiblemente alguien se diga que la actitud literaria expresa en los anteriores párrafos es más propia de un novelista que de un poeta. No lo sé. Lo que sí sé es que al poeta actual le plantea ciertos problemas "de taller" que al novelista, su contemporáneo, no se le suscitan, o por lo menos no se le suscitan tan agudamente.
El novelista, en efecto, dispone de una variedad de personajes, con ninguno de los cuales necesariamente le identificamos. Por el contrario, en la poesía moderna -hay excepciones, claro está: por ejemplo, los poemas en que nos habla un determinado personaje, o varios- es casi inevitable asumir que la primera persona del poema, la voz que habla, es el poeta mismo. y lo que esa voz pide al lector es, antes que nada, que comulgue con ella, que incondicionalmente -mientras dure la lectura del poema- la tome por suya.
Pues bien, es esa comunión -a la que instintivamente tiende el lector de poesía actual- lo que la poesía que a mí me interesa se esfuerza muchas veces por evitar. Para ello, el poeta debe situarse a una cierta distancia de su lector -de su interlocutor- y a una cierta distancia de sí mismo: exactamente a las mismas que cuando comunica socialmente, personalmente, con otros hombres. En pocas palabras finales: a menudo, la poesía que yo aspiro a hacer no es comunión, sino conversación, diálogo.



[1] En: Leopoldo de Luís, Poesia social, Alfaguara, 1965.
Fuente: Pedro Provencio, Poéticas españolas contemporáneas, I, Hiperión, 1988.