6 de julio de 2009

RECURSOS- De qué hablamos cuando hablamos de escritura creativa. Graciela Falbo.

“Comencé a escribir , operación silenciosa entre todas, frente y contra el ruido de las disputas y peleas de nuestro siglo. Escribí y escribo porque concibo la literatura como un diálogo con el mundo, con el lector y conmigo mismo- y el diálogo es lo contrario al ruido que nos niega y del silencio que nos ignora-. Siempre he pensado que el poeta no es sólo el que habla sino también el que oye.

Esto decía Octavio Paz, el poeta mexicano, en su discurso de aceptación al Premio de la Paz , en Francfort, 1983.

Es interesante detenerse un momento y escuchar la consideración que hace el escritor acerca de la tarea a la que ha dedicado por entero su vida. La escritura es para él una “operación silenciosa entre todas” sin embargo desde esa tarea él ocupa un lugar social que le permite oponerse y resistir el “ruido de las disputas y peleas de nuestro siglo”. Ruido de guerra, de violencia y de muerte, de irritación de los habitantes en las grandes ciudades, de inseguridad, de exclusión, de xenofobia, o también del ruido de la técnica en el mercado de los discursos vacíos o llenos de sentidos engañosos.

A todo esto el poeta se opone con su palabra trabajada en el silencio y sin embargo hecha de escucha y de diálogo.

El escritor confiere así un poder a la escritura aquel que le permite enfrentar una violencia que nos ahoga sin oponerle un bochinche mayor que pueda sojuzgarla sino, por el contrario, buscando en el silencio de la escritura las formas de un diálogo intenso con el mundo, con el lector y consigo mismo.

Antes de hablar el poeta escucha y se escucha.

En las palabras del escritor reconocemos el poder que éste le otorga a la escritura, no solo como arma de lucha y de resistencia sino también, y principalmente, de intervención en la creación de los otros, los múltiples, mundos posibles que quiere convocar a ser.

Podemos entender la escritura como una conversación sostenida a lo largo de los siglos con otras escrituras, con escritores de otras épocas. Y también ver cómo esa es una tarea plural, de un presente siempre en dialogo con el pasado como actualización y con el futuro como proyecto.

Ese diálogo por el cual el escritor busca rescatarse y rescatarnos, tiene, eso si, un motor humano poderoso: la imaginación.

Esa es la energía que podrá atravesar unas formas impuestas para dejar avanzar otras no conocidas.

La loca de la casa, llamó Sor Juana Inés de la Cruz a la imaginación.

La fuerza cuya potencialidad es la de crear otros mundos, de desbaratar los discursos consabidos y consentidos, de trastocar lo ya dicho por ir tras lo que aún no ha podido o sabido decirse.

GF